Columnas de opinión

La larga cuesta de los Ascensores de Valparaíso: Una crónica de fracasos y políticas

Ascenval

El 2 de julio del año 2003 Valparaíso recibió el título de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco. Hoy, a 20 años desde esa fecha y con más de 13 mil millones de pesos invertidos en los ascensores, resulta inverosímil que haya menos ascensores en funcionamiento que antes y que no exista un plan de gestión. Por ello, en esta crónica nos referiremos a las políticas públicas, la inversión y su resultado en el funcionamiento de los ascensores y funiculares de la ciudad puerto, ya que fueron uno de los motivos por los que Valparaíso adquirió el título de Patrimonio de la Humanidad.

En 2009, sólo 6 años después de la nominación por parte de la Unesco, el estado de los ascensores no era nada óptimo. Razón por la cual, ese año se formó la Agrupación de Usuarios de Ascensores de Valparaíso, para exigir un verdadero plan que se hiciera cargo de los constantes cierres y fallas de los ascensores, bajo el lema “Menos postales, más realidad”. 

El Estado interviene

Años más tarde, en 2012, el Estado adquirió 9 ascensores privados, que fueron traspasados al Gobierno Regional (GORE). A su vez, en 2014, el Municipio sumó a su flota el ascensor Los Lecheros. 

Finalmente, inició la política de recuperación, por medio de licitaciones, y los primeros “beneficiados” fueron los ascensores Concepción, Cordillera y Espíritu Santo, los cuales estaban operativos en ese entonces. Las obras duraron entre 2 y 3 años, a cargo de empresas de la construcción, y la inversión fue de alrededor de 4 mil millones de pesos. Luego se adjudicaron los ascensores Monjas y Villaseca, a cargo de empresas del mismo rubro. 

En 2018 fue la apertura del Espíritu Santo, y en 2019 del Cordillera y Concepción. La intervención del Estado parece que había tenido fruto. Pero en abril de 2020 tuvo lugar un grave accidente, en el que cinco personas resultaron heridas cuando el ascensor Concepción se descarriló, y que culminó con el cierre del ascensor, y el de sus pares Cordillera y Espíritu Santo, ya que tenían sistemas de freno similares.

Un nuevo intento

A lo largo de 2020 se preparó la licitación para efectuar en 2021 la reparación del funicular Concepción y hacer mejoras al Cordillera y Espíritu Santo. La licitación se inició en marzo del 2021 con un plazo de 75 días corridos para ejecutar las obras. En paralelo, en abril del mismo año, el municipio informó el cierre indefinido del ascensor Artillería. 

En junio de 2021, el Ministerio de Obras Públicas (MOP), organizó una reunión abierta, en la que Raúl Irarrázabal, Director Nacional de Arquitectura, propuso un cronograma en el que los ascensores Espíritu Santo, Cordillera y Concepción, serían entregados a fines del 2021; los ascensores Monjas y Villaseca para mediados del 2023; el Artillería para fines del 2023 y los ascensores Florida y Mariposas para mediados del 2024. Para el ascensor Larraín en cambio, no se entrega fecha pues tiene problemas con la propiedad del terreno.

Los plazos parecían increíblemente largos, pero de haberse llevado a cabo, hoy habría 5 ascensores del GORE operativos en vez de 1. Sin embargo, ese mismo mes se declaró desierta la licitación para reparar los tres ascensores. En un tiempo récord se volvió a subir una segunda licitación, que también falló porque la única empresa interesada no adjuntó todos los documentos requeridos. Rápidamente, el Seremi llamó a una nueva reunión para informar que el cronograma entregado apenas 3 meses antes por el Director Nacional, no se podría cumplir y que ahora sólo quedaba “esperar a que se alineen los astros”. 

En diciembre de 2021, se logra llevar a cabo la nueva licitación, y los ascensores deberían entregarse en marzo de 2022, pero esto se postergó en varias ocasiones. Finalmente, en noviembre se hace entrega del ascensor Cordillera, que en 2023 tuvo que ser cerrado nuevamente, y en diciembre se entrega el ascensor Concepción. En tanto, el ascensor Espíritu Santo sigue cerrado. 

 

El ascensor municipal

Por su parte, el municipio tiene la responsabilidad de sacar adelante sólo un solo ascensor: el Lecheros. Pero su abandono es total y el paso del tiempo lo tiene con riesgo de colapso estructural. Y a pesar de no cumplir con las condiciones mínimas de seguridad , fue arrendado con fines habitacionales, poniendo en riesgo la vida de personas. 

 

¿Cuáles son las fallas?

Ante tantas dificultades que azotan a los ascensores de Valparaíso, vale la pena detenerse a pensar en la naturaleza de estas dificultades, y si los encargados de ejecutar las políticas públicas son los responsables, o son también víctimas de un problema más complejo.

El modelo de administración actual consta de dos dueños: Por un lado está el GORE, con 9 ascensores; y por otra parte está el Municipio, con 6. Las restauraciones son encargadas al Departamento de Arquitectura del MOP, quién a su vez entrega las obras a empresas de la construcción. En paralelo, la relación entre el GORE y el Municipio es a través de un comodato donde el ente Municipal es el encargado de operar y mantener los ascensores del GORE además de los propios.

La idea subyacente a toda esta política es que primero hay que restaurar los ascensores y luego nos preocupamos por quién se hará cargo. 

Como Agrupación de Usuarios y Usuarias de Ascensores, pensamos que el problema consiste en la inexistencia de una institucionalidad que aborde el desafío de forma integral. En el diseño actual hay muchos incumbentes y ninguno se dedica al transporte vertical ni es especialista en arreglar ascensores.

Si queremos dejar atrás estos malos años, primero debemos crear la entidad capaz de resolver el problema, partiendo por un compromiso del Estado con un plan que trascienda los gobiernos de turno y  las miradas sectorialistas.  

Desde ASCENVAL abogamos por la creación de una empresa pública de transporte que se encargue no sólo de la operación y mantención de los ascensores, sino también de lograr, en un plazo acotado, la restauración de los mismos. Pero también deberá diseñar un plan de gestión más allá de 16 ascensores históricos, pues la necesidad de transporte vertical sigue vigente, tal como a fines del siglo XIX, en esa fase temprana de la globalización que nos valió ser declarados como patrimonio de la humanidad.